Entradas

Mostrando las entradas con la etiqueta cuerpo

La sombra agonizante

Imagen
—Tenemos que hablar. Era la tercera vez en el día que escuchaba eso. Lo oí en días anteriores, pero ahora sonaba nítido. La primera vez creí que era la tele, puesto que es una frase muy común en las telenovelas baratas, y diálogos entre parejas. No le presté importancia, pero unos días después iba yo caminando rumbo a casa, estaba atardeciendo. Escuché: —No me ignores, te dije que tenemos que hablar. Me volví, nadie. Nada. El tono de voz me era conocido, sumamente familiar. Como si fuera yo, pero desde el exterior. Sonaba un poco extraño, como cuando te grabas y luego te escuchas, es diferente, casi desconocido, tan acostumbrado que estamos a escucharnos desde dentro. Llevaba mi cuchillo de caza atravesado en el cinto, en mi espalda. Cerré mis dedos en la empuñadura, me daba cierta confianza. Pero había escuchado aquella voz, estaba seguro. Y a medida que lo estudiaba se iba disipando mi incertidumbre. Era obvio, y confesé, me lo dije frente al espejo: —Me estoy volviendo l

Sinfonía profética en clave de Q'uq'

Imagen
  El tiempo transcurría indolente en la generosa floresta del estrecho continente tropical, la exuberante tierra de los mayas. Los días se sucedían sin nombre y las estaciones del año apenas se diferenciaban por el lapso entre aguacero y aguacero. En la cima de los montes de infinitos tonos clorofila sobresalían los desafiantes picos del templo del Gran Jaguar, el Tikal, mandado construir por Hasaw Cha'an Kawil, el Ixkún, K’marcaaj, el Takalij Abaj, también Iximiché y Chuitinamit, éstos ubicados cerca del lago Panajachel. Eran ellos las moradas terrenales de las deidades del imperio. Para internamos en ese mundo inexplorado, oscurecido por el polvo del olvido es necesario vestirnos adecuadamente. Calcemos las sandalias de dedos descubiertos, aseguradas con correas por encima de los tobillos. Desnudemos nuestros torsos para sentir la caricia perenne de la brisa. Ajustémonos la túnica a la cintura y adornemos nuestras cabezas con el penacho de plumas. No olvidemos los brazaletes de o