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Condenada a la hoguera

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El enorme círculo incandescente apresuraba su descenso. Jirones de trazos rojizos avergonzaban al ocaso. El implacable verano cerraba los párpados somnolientos con su aliento pegajoso. La soledad gemía, huérfana. Una figura desgarbada deambulaba desafiando la inercia de la hora. La abúlica indiferencia de su espíritu enfermo regurgitaba por la ventana de sus ojos sin la más remota idea de su destino. Se diría que recién incursionaba en el siglo, apenas llegado de un planeta en extinción, sin interés de vivir ni esperanza de morir. Los minutos, las horas, eran vagas nociones del devenir absurdo del tiempo. Esclavo de la materia, ocupaba una dimensión paralela a la de su cuerpo. Dormido o despierto, no importaba. La pesadilla había borrado las barreras del consciente. Elevó la mirada, hasta ahora buscando huellas de serpiente en las rocas, y procuró encauzar su atención a algo más allá del universo. En vano. La colosal barrera del presente le impedía enfocar dimensiones lejanas. Su exist

El molino de los Uberraga

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  "Vi después cuatro  ángeles de pie sobre los cuatro puntos cardinales  de la tierra.  Sujetaba a los cuatro vientos, impidiendo   que soplara viento alguno sobre la tierra, sobre el mar o sobre los árboles."                                                 Apocalipsis 7:1      Los esqueléticos brazos desnudos sostenían jirones harapientos del velamen de lo que otrora fuera la tensa lisura amarillenta de las aspas del molino de los Uberraga. Despojados, ahora dejaban ver un cielo estático como el óleo de un cuadro mediocre, a través de la grilla carcomida que ya nadie se encargaba de reparar. El último giro de todas las ruedas de la comarca se detuvo al mismo tiempo, cuando en aquel mediodía, el viento se cansó de soplar. Junto con ellas, se inmovilizaron otros ingenios; en principio, sus primos, los molinos de agua. Más lejos, en el mar sin fin, los veleros se detuvieron sobre una superficie aceitosa, sin olas ni temblores. Las rosas de los vientos pasaron a ser in

Dimensiones

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Fue más corto que pestañear. Duró lo que una centella, y silenció mi entendimiento como un lento y ahogado trueno. Ni siquiera puedo afirmar lo que pasó.  —¿No puedo?   Apenas consigo hilvanar los hechos sin perder la cordura. ¿Sucedió en una suerte de sistema paralelo? ¿O estoy aquí, en el ahora imaginario del relato? — Imposible.  ¿Deja de existir un universo porque tú lo niegues, o es una realidad que no es afectada por tu soberbia incredulidad? Me justifico:  —La experiencia tuvo que ser,  si no, no estaría acá. Y así Nada tiene sentido. Bajar en dirección a las estrellas va contra de toda lógica.  Caer o ascender, ¿Qué hace la diferencia? Atraído por la Tierra o por Mercurio. Lo mismo da. Apenas tenemos que aventurarnos a abrir un  hueco en el reducido espacio de nuestra mente y dar crédito a lo que existe más allá de nuestros humanos sentidos. Resbalé, sin dolor, sin aviso, sin motivo.  —Pero ¿Por qué no recuerdo? Espera, había alguien conmigo. Puede decirme lo que vio, si es